Aquella madre seguìa prendiendo con leña el fogòn de la cocina, a pesar que de años habìan pasado desde la invenciòn de la hornilla a gas.
Tantos hombres habìan irrumpido aquella rica estancia llena de frutos dulces, de rìos de leche, de lagos de miel, similares a los del edén, para violar una y otra vez el cuerpo de aquella desdichada mujer ; que la casa estaba llena de màs de un millòn de hijos mestizos con cabellos dorados, negros, castaños y teñidos.
Tantas veces habìan permanecido incòlumes aquellos hijos, en el patio central de aquella casa; viendo como aquellos hombres entraban armados, sacaban a la madre de la cocina y, tiràndola de los cabellos, pateàndola, maltratàndola, desgarrandole las entrañas para penetrarla una y otra vez con desenfrenada violencia, que todos se habìan hecho indiferentes ante las làgrimas derramadas sobre la tierra mezclada con la sangre de aquella madre quien, a pesar de ser ultrajada màs de un millòn de veces permanecìa digna, hermosa, serena.
Los hijos que con màs suerte se habìan aventurado a posar sus ojos en la poesìa para sensibilizar su espìritu y osaban rebelarse contra tanta barbarie, corrìan la penosa suerte de ser a su vez violados, torturados, fracturados.
Otros, movidos por la ambiciòn, habìan visto en aquella repeticiòn de hechos la oportunidad de enriquecerse, haciendo las veces de proxenetas y deshaciéndose de todo sentido moral, al oir las voces y pasos de aquellos hombres, jadeantes y lujuriosos, se precipitaban hacia la entrada para abrir de par en par las puertas de aquella casa a cambio de algunas monedas.
Algunos hijos perdieron la esperanza de poder vivir con la cabeza erguida ; otros huyeron para no ver màs el rostro de la madre herida ; hubo unos que perdieron la razòn al ver que ya no quedaban mieles ni bocado alguno en la huerta.
No es que la madre ocultara su rostro para que nadie viese las marcas de que le dejaban aquellos hombres carcomidos por el vicio; no es que aquellos de sus hijos que quisieron salvarla se llenaron de cobardìa frente a tanta agresiòn y el despotismo; fue simplemente que, hace algunos años, en una madrugada de un mes de febrero, amaneciò de golpe y todos quedaron ciegos, aturdidos, corrompidos.
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