No es la primera vez que se habla de la necesidad de diálogo en Venezuela y bastante se ha escrito desde que Nicolás Maduro convocara a los alcaldes y gobernadores de la unidad, en enero de este año, a una mesa que más semejanzas tenía con el estrado de un regaño magistral que con un verdadero espacio abierto al intercambio de ideas y de diversos puntos de vista. En esa oportunidad recuerdo haber leído el tan pertinente artículo del profesor Carrera Damas sobre las condiciones necesarias para el diálogo y haber constatado que efectivamente lo que tuvo lugar fue más un monólogo.
Ayer Amnistía internacional hace público un comunicado en el que, a pesar de reconocer la responsabilidad del Estado en los hechos de tortura y represión que han tenido lugar en Venezuela, vuelve a instar al diálogo y sugiere que éste se lleve a cabo con la mediación de UNASUR o de la OEA (cf. http://www.abc.es/internacional/20140401/abci-aminstiai-venezuela-protestas-201404011421.html#.UztCCiFIdpI.facebook). Pareciese que el incidente de Washington, que tuvo como protagonista a Maria Corina Machado, quien además fue hoy echada de la Asamblea nacional como si se tratase de una usurpadora y en total atropello a sus derechos constitucionales, hubiese sido tan sólo una alucinación o un mal sueño.
Valga resaltar que, en una democracia sana, normalmente la Asamblea nacional es el espacio en el que cabría escuchar e intermbiar las distintas opiniones de quienes patticipan de la política y de quienes fueron elegidos para representar los intereses de los ciudadanos. Esto es, el espacio para el diálogo.
No obstante, en Venezuela este espacio se ha convertido en un vergonzoso circo, en el que los defensores del régimen declaman poesía, cantan el himno del batallón de Apure "patria querida", insultan y golpean a aquellos con quienes los organismos internacionales y los gobiernos democráticos del mundo les piden hoy dialogar.
Pareciese también que el poco caso prestado a las denuncias expuestas por Alfredo Romero y los abogados del foro penal venezolano ante la UNASUR, lo mismo que el manifiesto de la resistencia estudiantil o las quejas presentadas por Maria Corina por ante los medios de comunicación peruanos relativas al incumplimiento de las recomendaciones que la UNASUR le hiciera al Consejo Nacional Electoral en relación a la audiencia para descartar el fraude en las pasadas elecciones presidenciales del mes de abril de 2013, nunca fueron tomadas en cuenta al momento de redactar el comunicado en cuestión.
Se ha hablado del interés de que sea el Vaticano quien haga de mediador en el tan anhelado diálogo. Permítanme manifestar mi gran escepticismo y recordar que la intercesión del papa Francisco luego de sus entrevistas con Maduro y Capriles el año pasado, pocos resultados satisfactorios aportó.
Algunos pensarán que desde mi trinchera virtual estaría negándome a cualquier proposición para encontrar una solución viable a esta crisis. Sin embargo, no es esta tampoco mi posición. Recordando el artículo de Carrera Damas, conviene de nuevo precisar que para que exista diálogo las partes deben encontrarse en igualdad de condiciones. Salta a la vista, dado el grado de violencia de las manifestaciones, que Venezuela está lejos de poder asegurar dicha condición.
La oposición - u oposiciones - necesita pruebas más sólidas que las dadas hasta ahora por el régimen. En tal sentido, exige con justeza la liberación de los presos políticos. Esto constituiría una verdadera evidencia de la disposición al diálogo. Sin embargo, la desconfianza continuaría muy presente en vista del desempeño hasta ahora ejercido por los altos funcionarios acusados de corrupción y peculado sin que la fiscal general y el TSJ hayan hecho nada para esclarecer tales denuncias.
Ciertos sectores de la oposición progresista, como el profesor Agustín Blanco Muñoz y Julio Jiménez, proponen la superación de la estructura piramidal de poder a través de un liderazgo horizontal construido a través del diálogo establecido en las asambleas populares. Hasta ahora el movimiento estudiantil ha sido ejemplar en cuanto a la creación de espacios propicios para lograr tal fin. Quizá el nuevo contrato social pudiese salir del seno de las universidades pero para ello se requiere honestidad intelectual por parte de quienes defienden al régimen, así como competencias y conocimientos adaptados a la realidad venezolana y no a quimeras revolucionarias o a teorías de complot.
Por último hay quienes llaman a la reconciliación del pueblo y a un diálogo entre los venezolanos, haciendo a un lado a los políticos en ejercicio. Sin embargo, tal proposición también requiere que las partes se sienten a dialogar en igualdad de condiciones. En este sentido vale la pena indicar que existe todavía un sector que permanece indiferente ante lo que está ocurriendo en nuestro país. Ciertamente, los más timoratos han resultado ser los funcionarios públicos. A pesar de que algunos valientes han dado pruebas de resistencia, esta no es la generalidad; comenzando por aquellos funcionarios encargados de elaborar los informes sobre los "logros" de la revolución bolivariana que los altos funcionarios se conforman con leer cuando son llamados a tratar de algún asunto de interés nacional frente a un público foráneo. Mientras quienes lo han perdido todo - incluso la vida - o casi todo luchando por la libertad, continúan librando batalla, muchos otros venezolanos continúan haciéndose los desentendidos frente a lo que ocurre esclavos de un sueldo cada vez más devaluado. La estrategia del bajo perfil y pasar desapercibido para seguir en la función pública continúa tan viva como durante la época dorada de los copeyanos y adecos sólo que ahora las garantías y derechos se hacen cada vez más reducidos. Ahora es cuando el discurso de Fabiola Colmenares sobre el bozal de arepa cobra pleno sentido.
Es por todas estas razones que el llamado al diálogo adolece de lo imprescindible: equidad. Creo que es hora de extirpar el mal de raíz pues, esta visto que aplicar tratamientos paliativos tan sólo agravan la enfermedad.
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